
Entrevistamos a Juan Seller (Juan y Punto), quien nos habla de su experiencia como cómico y guionista, una carrera que arranca en Badajoz hace más de veinte años y se proyecta a todo el mundo.
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—Lo tuyo con el humor viene de lejos, ¿no?
—Desde que recuerdo, el humor y mi persona siempre han estado vinculados. Yo era el payasete de la clase, el que respondía a todos de manera borde y siempre he tenido velocidad de respuesta (a veces no con acierto, he metido mucho la pata…), pero siempre me he reído de todo, sobre todo de mí, y cada día lo hago más.
—¿Cuándo te subiste por primera vez a las tablas?
—De pequeño en una obra del cole, pero mi primera actuación como cómico, fue en Badajoz el día 16 de abril de 1999 (uf, el siglo pasado…). Ahí me di cuenta de que trabajando había potencial y que era mi verdadera vocación, pues hasta entonces era un hobby.
—Imagino que al principio, en el escenario, todo funcionaba de manera más espontánea: hacer un listado de chistes y soltarlos. ¿Cuándo empezaste a elaborar un repertorio creado por ti?
—Desde el primer día. Aquel 16 de abril ya salí con un guión: la mitad eran chistes, también había baile y canciones, todo funcionó, pero también metí un monólogo y aquello reventó. Me di cuenta de que contando mis vivencias, hablando de situaciones creíbles, la gente se pone en tu lugar y se ríe más, son cosas ellos también han vivido…
—Un chascarrillo, sobre el papel, hace más o menos gracia, pero está claro que un buen cómico puede hacer que un mal material brille, y viceversa. ¿Qué puedes contarnos al respecto?
—Creo que la actuación en directo es lo mejor del oficio, y defiendo a capa y espada que el material sea propio, lo valoro más que si te lo escriben. Con esto no quiero decir que no haya actores que defiendan bien textos de otros (véase en el Club de la Comedia a Quique San Francisco), pero es uno entre cientos.
También hay cómicos que no interpretan como debieran textos maravillosos que escriben, bien porque no se les entiende, bien porque no les sacan el jugo que debieran.
Yo prefiero hacer mis textos y no escribir para otros, aunque lo haya hecho.
—Participaste en un certamen nacional de El Club de la Comedia en el año 2000. ¿Fue ese el punto de inflexión de tu carrera?
—Aquello me llevó a dejar mi carrera de Ingeniería. Fue participar y ya no dejé de trabajar, por toda España y también en el extranjero… fue un verdadero trampolín.
—¿Cómo aprendiste escribir monólogos? ¿Hay manuales o cursos? ¿o todo se basa en ver cómo lo hacen los maestros?
—Se aprende con la práctica, como en todo. Al principio escribes un texto sin pies ni cabeza, luego lo ordenas y después lo rematas… ahora directamente solo lo rematas, te salen con orden desde el principio.
Antes escribía sobre un solo tema para quince o veinte minutos de monólogo… Ahora, en cambio, escribo quince o veinte cosas relacionadas, pero diferentes para el mismo tiempo. Vas evolucionando.
Cuando empecé no había manuales ni nada donde fijarse. Uno veía a Gila y decía: eso quiero hacer yo. De hecho, es el único que no ha pasado de moda.

—Por cierto, ¿quiénes son para ti los maestros?
—Indiscutiblemente Gila fue, es y será un gran referente… pero aprendes de todos: los de “nuestra época”, como Martes y Trece, Faemino y Cansado, Pedro Reyes… Con todos esos señores he tenido el honor de trabajar en alguna ocasión y, la verdad, es como un sueño. Estar y compartir con ellos un pedazo de vida, no solo escenario: la cena tras el bolo, algunas copas, que te traten de tú a tú, es… indescriptible.
No sólo aprendes de los humoristas, naturalmente, también se aprende de otros artistas. Por ejemplo Carlos Sobera, con el que llevo trabajando desde 2010 y que ha sido un gran referente para mí, no solo por el trabajo, sino por la gran amistad que nos une; o con Antonio Martínez Ares (cantautor y autor de las mejores comparsas del Carnaval de Cádiz); y, por supuesto, Juan Herrera Salazar, un genio de la tele, la radio y un sinfín de medios, con enormes capacidades artísticas, y que además es un erudito en todo: humor, flamenco, historia, música, política, toreo… lo que le pongas. Juan Herrera es… quien quiero ser de mayor.
Pero bueno, mi mayor apoyo, y no tengo vidas para agradecérselo, siempre ha sido Marta de Vera, mi mujer.
—Entonces empezó tu carrera como guionista, primero, y colaborador de diferentes productoras, después. Háblanos de tu trabajo como guionista, tanto en proyectos individuales como la experiencia de trabajar en grupo.
—Aparte de guiones del Club de la Comedia y guiones para series de televisión, que muchas veces se hacen en solitario en contra de lo que todo el mundo cree, no podría decirte si prefiero escribir en grupo o solo. Las dos fórmulas han sido maravillosas y horribles a la vez… Es la respuesta a una pregunta difícil. Pon no sabe no contesta.
—Vivimos rodeados de manifestaciones audiovisuales y, desgraciadamente, nuestra cultura popular, que es la base de cualquier parodia que entienda todo el mundo, carece de referentes actuales literarios, es decir: hacer un chiste sobre el libro más vendido apenas haría sonreír al 10% de la audiencia. ¿Por qué crees que ocurre esto? ¿Tanta distancia hay entre lo que se escribe y lo que se vive?
—Indudablemente, creo que el problema está en la educación y la poca cultura que se está dando a los jóvenes, aparte de que me parece les ponemos todo muy fácil… y más fácil lo tienen con Internet. Si pueden ver la película o un tutorial, ¿para qué van a leer un libro y se van a culturizar? ¿Para qué…?
Supongo que de todo esto algunos medios también tienen la culpa, como la tele basura, que es demencial y una vergüenza en este país, pero, ¿quién soy yo para decirlo?
—Por el contrario parece que el teatro sigue concitando a más espectadores en las últimas décadas. Teatro en todos los formatos y para todos los gustos. ¿Vas mucho a las salas a tomar el pulso a la escena? De ser así, ¿qué espectáculo te ha sorprendido de los últimos que has visto?
—Voy al teatro a actuar. Si voy como espectador me limito a entretenerme y a disfrutar. Prefiero no ser crítico con los textos de otros ni con los actores, ya tengo demasiado trabajo para tener que mirar con lupa el de los otros. Al teatro se va a Disfrutar.
—Por último ¿Cómo ves la situación actual de la Badajoz, culturalmente hablando? ¿Echas algo de menos?
—A ver… Badajoz es una ciudad llena de manifestaciones culturales: artes escénicas, danza, circo, literatura, pintura, música, humor, etc… a veces hay que saber buscarla, aunque no se vea.
Lo que echo de menos es que no se valore al artista pacense como se merece, que se anteponga al “de fuera” en detrimento del local.
Aquí hay mucho arte (muuuucho), lo que hace falta es que los que mandan y manejan apoyen más a los que creamos y hacemos cultura y/o entretenimiento.
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