
Hablamos con David González, autor de La forja del guerrero, una novela adscrita al género de Espada y Brujería, y con la que emprende un camino que le llevará a completar una saga de varios volúmenes.
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—Tu currículum asevera que eres científico: tienes dos carreras, un doctorado y una gran experiencia en la investigación. ¿Qué hace alguien con tu formación académica escribiendo literatura?
—Entiendo que pueda despertar cierta sorpresa o curiosidad este revoltijo de actividades que ocupan mi tiempo. Desde mi punto de vista, sin embargo, resulta curioso que no haya demasiadas personas que hagan lo mismo. Esta facilidad para crear dualidades a priori irreconciliables es un rasgo que me fascina del ser humano, especialmente en los españoles, si me apuras. Eres del Madrid o del Barça. De izquierdas o de derechas. El mundo es demasiado rico en experiencias como para cortarme las alas yo mismo con clichés que me encasillen en unas actividades concretas. Todas las disciplinas intelectuales me parecen interesantes, sin importar el área. Las ciencias son el dominio del razonamiento abstracto y de la investigación metódica de las regularidades que subyacen en el universo, mientras que las letras y las artes permiten dar rienda suelta a la creatividad y a la imaginación sin restricciones. Definitivamente ambas vertientes son complementarias, y animo a todo el mundo a que no abandonen ninguna.
—En ese espacio para las letras están tus estudios en inglés, alemán, italiano, francés y portugués en la Escuela Oficial de Idiomas, tu pertenencia a un grupo de teatro, o el hecho de que tengas un grupo musical desde la adolescencia… ¿No has pensado cambiar las probetas por la lingüística o las tablas, profesionalmente hablando?
—La carrera científica es difícil. Mucha gente se queda por el camino sin trabajo, sin ilusión, sin reconocimiento… Afortunadamente, este no es mi caso. Disfruto mucho con la enseñanza universitaria, tanto con las clases como con las prácticas de laboratorio. Y también me gusta plantear proyectos de investigación y ver hasta dónde me llevan. Mientras no me derriben en el campo de las ciencias, allí seguiré profesionalmente. Pero si llegara a pasar, desde luego que no me importaría cambiar de aires y de oficio. De hecho, en mi Vida Laboral se puede constatar que durante dos años trabajé exclusivamente como músico. Los escenarios y la traducción siempre están ahí, como planes «B» y «C».
—Escribes desde pequeño, sin embargo, hasta hace poco no has empezado a tomarte más en serio tu faceta como autor. Te matriculaste, recientemente, en un taller de escritura con Aixa de la Cruz, ¿qué tal fue la experiencia?
—Durante mis años de universidad me centré en la música y las ciencias. Tras doctorarme me planteé retomar la escritura y decidí invertir algo de tiempo en una mejor formación. Fueron muy útiles los meses con Aixa, sobre todo porque pude explorar terrenos desconocidos para mí. Mandaba ejercicios en los que escribíamos fuera de nuestra zona de confort, para que pudiéramos soltarnos y evitáramos los bloqueos. Espero poder coincidir en otro curso con ella.
—Además de esto, eres un gran lector de narrativa ¿Qué novelas te interesan?
—En general leo ciencia ficción, fantasía, novelas históricas y cómics. No suelo ser demasiado prejuicioso, antes quizá sí, con una novela por el hecho de que sea best-seller: puedo leer Canción de fuego y hielo a la vez que millones de personas y no me arden los ojos. Quizá soy más puntilloso con el idioma. Prefiero leer las novelas tal y como fueron escritas.
—Tu primer libro publicado lo escribiste a cuatro manos con tu padre. ¿Cómo se entiende la escritura compartida? ¿Hasta qué punto corregir o censurar el trabajo del otro, cuando los roles padre e hijo suelen ser unidireccionales, ha sido productivo?
—Me gustan los proyectos colaborativos cuando puedo confiar en que el grado de compromiso de la otra persona estará a la misma altura que el mío. Estoy muy satisfecho con La leyenda de un pueblo. Utilizando un símil musical, nosotros lo planteamos con dos roles diferentes, el de compositor (mi padre) y el de arreglista (yo). Cuando él me pasó su trabajo apenas tenía ochenta páginas. El núcleo de la historia estaba ahí, en bruto. Yo me dediqué a introducir detalles, cambiar algunas cosas de sitio y desarrollar capas adicionales de complejidad para enriquecer la lectura. Yo mismo quedé sorprendido con la armonía que rodeó la elaboración de la novela. Los dos entendimos nuestros roles y separamos muy bien el aspecto familiar del creativo; de hecho, no tendría ningún problema en volver a hacerlo.
—La forja del guerrero viene firmada por Kelthan Ariotto Moonluchs ¿Es un seudónimo o es algo más?
— Definitivamente hay algo más. El concepto de metanovela no es nuevo, aunque lo era para mí cuando lo introduje en el proyecto hace más de veinte años. Lo primero que se encuentra el lector al abrir el libro son los comentarios del autor, donde pueden aprender un poco de Kelthan. Me gusta la idea de que cada libro sea un libro físico guardado en alguna biblioteca de Lilian, escrito por un personaje que, incluso, podría aparecer en otro libro diferente.
—Este título pertenece a una saga. ¿De cuántos volúmenes estará compuesta y cuántos hay escritos hasta el momento?
—La saga de La leyenda de las coronas estará formada por diez libros. Dos de ellos están escritos hasta la mitad, más o menos, y el resto son ahora mismo un resumen de poco más de una página. Paralelamente he terminado una especie de atlas de las distintas eras del mundo, que necesitaba como marco de referencia para evitar problemas de coherencia interna. De todas formas, este proyecto intenta colonizar otros campos, y en mi círculo íntimo hay gente implicada que me ayuda en esa dirección. Así pues, se está trabajando en un juego de rol, novelas tipo Elige tu propia aventura e incluso un videojuego.

—Háblanos del género de Espada y Brujería ¿Cuáles son tus referentes y qué crees que aporta tu libro con respecto a los que ya no conoces?
—Creo que es un género despreciado y al que muchas veces no se le reconoce su esfuerzo creativo. Hay un grupo bastante significativo dentro de la intelectualidad que cuando ve algún libro de género fantástico piensa: “otro libro de magos y guerreros. Cosas de niños. Más de lo mismo”. Sin embargo, ante un libro de género drama o bélico en ningún momento piensan “otra historia de tipo-triste-conoce-a-alguien y sufre una epifanía”, u “otra historia de la Segunda Guerra Mundial y de cómo los nazis abusan de los judíos”. Este tipo de novelas pueden ser aclamadas por la crítica incluso siendo redundantes respecto a obras anteriores. Las novelas fantásticas siempre necesitan justificar su existencia, aclarar que aportan algo innovador. Esto no es necesario si escribo una novela romántica, por ejemplo. Diría que esta situación viene motivada por el contexto sociocultural que define qué es lo serio y sesudo. Dicho de otra manera, parece que, si en El padrino cambiaras las familias italianas por clanes orcos y Estados Unidos por un reino imaginario, el libro pierde peso. ¿Por qué? ¿No estaría hablando de lo mismo? Precisamente, la literatura fantástica nos ofrece las armas para hablar del tema que sea usando simbolismos, sin poder ofender a nadie, ya que la interpretación corre por entera a cargo del lector. Casi todas mis influencias en el mundo de la alta fantasía y la espada y brujería son extranjeras: Robert E. Howard, J.R.R. Tolkien, Patrick Rothfuss, George R.R. Martin… Podría citar muchos otros autores nacionales e internacionales que he leído, pero al final son los gigantes del género los que me han guiado. En mi novela intento potenciar todo aquello que me ha parecido interesante de ellos, e introduzco conceptos nuevos. Mezclo el uso de personajes canónicos del género (el descarado galán, la bella princesa, el joven héroe…) con otros que se saltan las normas. Igualmente, el libro tiene varias “capas” de significado, unas exclusivas del libro y otras que serán percibidas desde la visión general de toda la saga; de la misma manera que algunas de esas capas son metafóricas y otras no. Finalmente, al leer los clásicos de la ciencia ficción en su lengua original, he comprobado que, aunque muchas de las traducciones son magníficas, el género entero está influido por el inglés. Los grandes autores, sobre todo Tolkien y Martin, hacen uso de palabras y construcciones del inglés antiguo que se acoplan perfectamente al idioma actual, pero que al ser traducidas se pierden detalles (medievalistas, sobre todo) y son sustituidas por una colección de expresiones características del género que no reflejan, para darle el mismo sentido, el castellano antiguo. En la medida de lo posible he intentado escapar de estos convencionalismos y utilizar recursos más cercanos a nuestra propia Edad Media. Ha sido una apuesta arriesgada, y es un campo en el que todavía tengo margen de mejora, como espero demostrar en siguientes entregas.
—Este libro y el anterior están publicados en Editamás, un sello que promociona, sobre todo, el acceso a los servicios editoriales más que funcionar como una editorial al uso, con lo que tanto los criterios de publicación como el coste económico no corren a cargo del editor, sino del autor. ¿Qué argumentos darías a quienes denostan el trabajo de estas plataformas que posibilitan una cierta democratización del acceso a la publicación?
—Entiendo a las dos partes. Cada una tiene unos motivos para hacer lo que hace y decir lo que dice. Para ser coherente con todo lo que he dicho hasta ahora, no me quedaré con ninguna de las dos opciones como una verdad absoluta. Evidentemente estas editoriales, en muchos casos, publicarán cualquier cosa si con ello obtienen rentabilidad económica. Igualmente, es posible que muchos libros autoeditados no tengan demasiada calidad, pero yo he leído varios que sí la tenían. Además, ¿qué hay de malo en que una persona haga una tirada pequeña de un libro para que lo lean sus allegados? ¿Escribir es solo una actividad elitista al alcance de unos pocos privilegiados? No creo que sea la dirección adecuada. En mi caso, y afortunadamente para mi bolsillo, tengo que puntualizar que Editamás ha confiado en mi libro y lo ha sacado sin desembolso por mi parte, asunto que debo agradecerles.
—Háblanos de otros proyectos literarios en los que andas metido.
—Lo cierto es que el desarrollo de Lilian me roba bastante tiempo creativo, pero siempre que puedo intento avanzar en otros dos proyectos que tengo entre ceja y ceja: uno de ellos es un relato post-apocalíptico que considero interesante desde un punto de vista científico. El otro es una historia con ambientación espacial y un enfoque un tanto filosófico. En mi cabeza tienen muy buena pinta, pero luego veremos cómo materializo todo eso.
—Por último, y ya que participas de la vida cultural como escritor, músico y actor, ¿qué valorarías positivamente y qué echas de menos en lo que se refiere a la vida cultural de Badajoz?
—Siempre he disfrutado de ella y he defendido Badajoz y a su cultura cuando ha sido necesario. No obstante, tengo la amarga sensación de que hay cierto retroceso, al menos en algunas disciplinas. El cierre de lugares emblemáticos como COC, el Mercantil o la Sala Aftasí lo ponen de manifiesto. Personalmente lo lamento mucho, ya que han sido lugares donde he crecido y me he enriquecido social y culturalmente. Afortunadamente, siempre hay gente dispuesta a moverse, y ciertas asociaciones están todavía vigentes y con ganas de hacer cosas. No diré sus nombres, no vaya a ser que quien no deba se entere de su existencia y decida cerrarlas…
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Sinopsis de La forja del guerrero:
«Todos creen que los grandes héroes deben poseer un linaje privilegiado o haber sido elegidos con un propósito divino. Los imperios aseguran que durarán eternamente pero, de manera inexorable, acaban mirando a los ojos de su propio abismo.
«Esta es la historia de Valthalion, un hombre que vivió los momentos más críticos del Imperio Altorroble y que, sin pretenderlo, se convirtió en una leyenda. En esta narración de Espada y Brujería el lector asistirá a la Primera Era del mundo de Lilian, una época convulsa, que reafirmará a los protagonistas como miembros de un ciclo infinito e inmisericorde».
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David González Flores Nació en Badajoz en 1983. Es biólogo, investigador y profesor universitario. Ha terminado sus estudios en inglés, alemán, italiano, francés y portugués en la Escuela Oficial de Idiomas. A nivel artístico siempre ha estado ligado al teatro y ha pertenecido a diferentes bandas de pop-rock.
Actualmente recibe varios cursos de creación literaria. Recientemente participó en el taller “Escritura desatada” con Aixa De la Cruz en la Escuela de Escritores.
Ha sido coautor de ficción en la novela histórica La Leyenda de un pueblo junto a su padre, José Luis González. Con La forja del guerrero comienza una saga de libros de fantasía, La leyenda de las Coronas, ambientadas en el mundo de Lilian, de creación propia.