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Fotografías de Eva Nilsen (1)
Gecko Turner, además de un hombre de mundo con alma del Guadiana, es un músico ecléctico: le caracterizan sus ritmos y melodías bailables y unas letras ingeniosas escritas en todas las lenguas.
Antes de lanzarse en solitario estuvo en bandas como The Animal Crackers, Reverendoes o Perroflauta. Desde 2003, año en que lanzó su exitoso álbum Guapapasea!, nos ha entregado otros tres discos de estudio y dos extras: una compilación de remezclas y un greatest hits. Este año esperamos su inminente nuevo larga duración.
Hablamos con él de su labor como letrista y de su brillante carrera donde colaboran geniales músicos de todo el planeta.
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—Una primera pregunta, que tiene su chicha: ¿naciste en Badajoz o en San Roque?
— Nací en la Residencia de la carretera Valverde. Viví mis primeros años en la calle Melchor de Évora, entre la Plaza Chica y Puerta Palmas, y cuando cumplí cinco nos mudamos a San Roque, a un piso de las 500 Viviendas.
—Cada una de las bandas en las que has estado tenía un horizonte musical muy distinto: en Animal Crakers hacia el post punk inglés de Joy División o el rock alternativo americano de Sonic Youth, en Reverendoes con el blues, o en Perroflauta donde hay referencias al folk, al reggae, a la música latina, africana… En tu carrera en solitario está todo eso, mezclado, amplificado… ¿No te parece curioso que, al contrario que otros artistas cuando dejan sus grupos, en lugar de centrarse en una cosa, lo tuyo ha sido todo lo contrario: una explosión?
— Explosión o implosión, no sabría que decirte… A veces llegas a lo tuyo descartando tajantemente lo que no te gusta. Desde hace muchos años me muevo dentro de lo que se ha venido a denominar como música afroamericana, que engloba estilos como el jazz, blues, soul, reggae, samba, bossa nova, afrobeat, gospel, funk, nu soul… Más o menos, ese es mi caldo de cultivo.
—(Quizá a mí, esto que te preguntaba, me recuerde al viaje musical que realizó Eric Burdon después de los Animals). Sin embargo lo tuyo es, hablando de estilos y geografías, una expansión a la que nombras con unas definiciones muy locales: Soul afromeño, Guadiana sound… ¿A qué se deben estas simpáticas contradicciones?
—(Me encantan algunas grabaciones de Eric Burdon, justo después de dejar los Animals originales… “Sky Pilot”, “Good Times”, “San Franciscan Nights”, “River Deep Mountaing High”… Tengo debilidad por la versión que grabó de “Ring Of Fire”, es la hostia). Con respecto a tu pregunta, no creo que sea una contradicción hacer algo que se valore y aprecie en los cinco continentes, y que su denominación haga referencia al lugar de origen. En cualquier caso, esas etiquetas, como lo de “soul afromeño”, te las pone la prensa o el tío de la discográfica que escribe la hoja de promo, basándose en algún palabro llamativo de la letra de una canción del disco o algo así.
Lo de “Guadiana Sound” se me ocurrió en una entrevista, casi lo había olvidado, es una definición que me gusta.
—Esta babel de estilos es también una babel de idiomas: en tus discos el uso del español o el inglés es indistinto, incluso la voz es usada como una suerte de sample. Cuéntanos cómo es el proceso de escribir la letra de una canción y qué te lleva a elegir uno u otro idioma.
—No tengo un método fijo. Hay veces que empiezas con una frase que te gusta, le pones música, te engancha y vas desarrollando la idea. Otras veces es al revés: tienes una melodía y un ritmo, y le buscas una letra que encaje bien. En cuanto a lo del idioma, se trata de que la letra me seduzca, de que me suene bien fonéticamente, más allá del significado o el idioma, porque no hay que olvidar que la misión principal de la letra de una canción es ser escuchada, no leída. Y si después queda bien sobre un papel (o una pantalla), pues mejor aún.

—En tu último disco hasta la fecha (sin contar el recopilatorio), That Place By The Thing With The Cool Name (Lovemonk, 2015), frente a los primeros, prima el uso del inglés en casi todas las canciones. ¿Salió así o hay algo de premeditación?
—Sí, son todas en inglés, salvo “Oye, Muchacha (East Austin Blues)” y partes de “Corazón De Jesús”, que son en castellano. Pues salieron así, aunque si lo hubiese premeditado también tendría su lógica, ya que la mayoría de los seguidores están en el extranjero. Esto se evidencia, por ejemplo, cuando me llega una liquidación de autores en la que se ve que más del 60% de lo recaudado viene de fuera de España.
—En ese trabajo hay una canción sobre Juanita Smith, un personaje poco conocido de Badajoz —hasta hace poco no tenía ni una calle, ahora sí, en Fat Hill (2)—. ¿Hay un intento de contar historias en parte de tu repertorio, frente a esas otras canciones donde todo resulta una celebración?
—(Fat Hill!!! Parece el nombre de una serie de televisión americana. Tengo algunos amigos que viven allí). Creo que la historia de Juanita debía ser contada. Y que se haga a través de una canción escrita y cantada en inglés por alguien de Badajoz, para que llegue a todo el mundo, me pareció una buena idea. Me estuve documentando durante mucho tiempo, incluso me llegué a leer la autobiografía que escribió su marido, Harry Smith. Es una suerte de diario personal donde relata su día a día en las campañas militares a las que fue enviado. Resulta emocionante leer cómo describe las frondosas orillas del Guadiana de la época, llenas de liebres que cazaba a diario para la comida del regimiento. Lo que me resultó más complicado es condensar todo lo que quería contar en tan sólo unas cuantas lineas, pero es lo que tiene escribir canciones, hay que sintetizar.
Volviendo a tu pregunta, creo que sí, cada vez me resulta más interesante intentar contar historias. Y esta se lo merecía. No en balde, dicen que la toma de Badajoz es uno de los más grandes episodios bélicos de la Inglaterra del siglo XIX (sólo detrás de Waterloo, con el Duque de Wellington como heroico protagonista de ambas hazañas).
— Más allá de Bob Dylan, ¿qué influencia han tenido los cantautores en tu música y en tus letras?
—Bob Dylan es el MAESTRO. Así, con mayúsculas. Te podría hablar de otras grandes influencias de cantautores que me han marcado a la hora de escribir, gente como Lou Reed, David Bowie, Ray Davies, Curtis Mayfield, Tom Waits, Kiko Veneno o los propios Beatles, pero el caso es que todos ellos, a su vez, fueron influidos por Bob Dylan, y así lo han reconocido.
—Volviendo a los personajes históricos pacenses… Hace unos años escribías una columna para el periódico Hoy (en Internet no las localizo para enlazarlas) en la que mostrabas tu curiosidad sobre Badajoz, sus lugares y sus anécdotas, entre otras cosas. ¿Cómo fue que te contactaron para hacer de columnista y cuánto duró aquella colaboración? ¿Qué tal fue la experiencia?
—Conocí a Julián Quirós (ahora director de Las Provincias, en Valencia), al que entonces acababan de nombrar director del Diario Hoy, cuando me entregaron el premio “Extremeño de Año” en 2008. Unos meses después me llamó por teléfono y me propuso escribir una columna cada dos semanas. Acepté y estuve haciéndolo durante dos años. Fue una experiencia interesante, que me sirvió para granjearme algunos enemigos de manera innecesaria.
—Pues sí, es curioso cómo unas cosas llevan a otras… En algunas canciones da la impresión que todo nace de pequeñas bromas privadas (pienso en Toda mojaita y te imagino en una terraza del casco antiguo echando unas risas con Gene García, imitando el acento cubano y todo fluye…). ¿Dirías que gran parte de tu repertorio nace de tu estrecha relación con los músicos o es un proceso más introspectivo de lo que parece?
—Tener una estrecha relación con los músicos ha sido fundamental para mí desde que empecé en esto. Y es verdad lo que dices, a veces nacen canciones de pequeñas bromas privadas. Pero ese no es el caso de “Toda Mojaita”. En el estudio de grabación donde trabajaba hace unos veinte años, había un viejo piano en el pasillo de camino al cuarto de baño. En mitad de una sesión pasaba por ahí, y el piano “me llamó”: puse la mano encima y sin pensar en nada salió una frase, un tumbáo: sí bemol-fa-sol, re–do, sol-fa… No le di importancia en principio, pero cada vez que volvía a pasar por ahí, volvía a sonar lo mismo en mi cabeza y lo llevaba al piano. Así que, poco después, con esas notas creé la linea de bajo sobre la que está construida la canción. Le puse una letra divertida, con el aire cubano que requería la ocasión, y me fui a Madrid a grabar el contrabajo con Yelsy Heredia (músico habitual con Bebo Valdés y El Cigala, entre otros) y el piano con Javier Massó “Caramelo” (también un músico con un amplio historial de colaboraciones: Celia Cruz, Jerry Gonzalez…), dos amigos míos, auténticos monstruos, orgullo de la música cubana. Javi Mojave y yo grabamos todas las percusiones. Cuando la tenía prácticamente terminada, vino un día a verme a casa Gene, que acababa de pasar unas vacaciones en Cuba junto a su señora. Le enseñé la grabación y flipó. Y como él es un gran imitador y traía fresco el acento cubano, le puse la letra de la canción delante y le ofrecí cantarla, sustituyendo mi voz por la suya. Su gran vozarrón característico fue la guinda para que la canción quedase redonda.
—Eres de Badajoz pero también has vivido en muchos lugares de Extremadura: Cáceres, Mérida, Olivenza, Guareña… (incluso dice la leyenda que en la época de Perroflauta el grupo quiso comprar un aldea abandonada en las Hurdes…) También has tocado en toda la geografía extremeña, por lo que conoces bien sus tierras. ¿Qué signos de identidad crees que tiene nuestra región que definan por igual a un tipo de, por ejemplo, Azuaga y otro de Piornal?
—He vivido en diferentes sitios del mapa extremeño, pero casi siempre a la vera del Guadiana. Con cuatro años ya lo cruzaba en barca con mi madre (y el barquero de turno) para ir a La Estación. Y con el paso de los años, la fascinación que tengo por este río es cada vez mayor. Yo creo que soy del Guadiana, de Badajoz, y por ende, extremeño. A mi me parece bien la unidad administrativa y el concepto de comunidad regional extremeña, pero no creo que un tipo de Azuaga y otro de Piornal tengan muchos signos de identidad comunes. Curiosamente, puede que ahí radique la verdadera riqueza de Extremadura, en su diversidad, dentro de su naturaleza y de su historia.
—Ligando con la pregunta anterior: gracias a tu música has viajado a diferentes lugares del mundo, lo cual es lógico, pues tus discos tienen mejor acogida fuera que dentro de España. Desde tu experiencia, ¿qué visión tienen de este rincón del mundo por ahí?
— Bueno, hay de todo, algunos ni siquiera tienen visión de este rincón del planeta… Pero de repente, en el sitio mas inesperado, alguien te sorprende. Una vez, haciendo una entrevista/concierto en directo en la emisora de la Universidad de Texas (KUT-FM), el presentador me empezó a hablar de los preciosos paisajes y de la riqueza natural e histórica de Extremadura y me quedé con la boca abierta. Resulta que hace unos años el tío había hecho un viaje por aquí con su novia y flipó, así que hablaba con conocimiento de causa.
Otra cosa curiosa que a veces me ha pasado es que en algunos sitios de España se sorprenden de que alguien de Badajoz pueda hablar inglés bien, con soltura. No sé, deben de pensar que los de aquí somos unos cazurros muy cortitos o algo así, y no nos imaginan hablando la lengua del imperio correctamente.
—Hablando de lugares recónditos (y míticos), ¿qué es y dónde está 13 Olivos?
—Entre 2014 y 2015 estuve un tiempo viviendo en el Corazón de Jesús, en una casa dentro de una parcela con muchos árboles, algunos de ellos olivos, que me encantan. Un día los conté y eran trece. Me gustó como sonaba lo de “13 Olivos”, y de ahí en adelante decidí utilizarlo para referirme a mi estudio casero, independientemente de donde me hallase.
—Leímos unas declaraciones tuyas que aseveraban que lo que más te atraía, actualmente, de las propuestas musicales en Extremadura, era el flamenco. Háblanos de los artistas que te interesan.
—Así es: Alejandro Vega, Celia Romero, Miguel y Juan Vargas, La Caita, El Perrete… creo que tenemos una cantera flamenca de primera categoría.
—Para finalizar: Tu próximo disco estaba anunciado para principios de este año, ¿ es culpa de este momento distópico que aún no haya salido? ¿Cuál es la fecha definitiva y qué nos puedes adelantar de este nuevo trabajo?
—No, que no haya salido aun no es culpa de este momento raro que vivimos, es simplemente culpa mía, que no lo he terminado. Lo he hablado con la discográfica y la idea es sacarlo en septiembre u octubre, pero aún no hay nada definitivo.

Una especie de beatnik moderno, de trovador alternativo… Gecko Turner ha sido durante mucho tiempo la referencia ibérica en cuanto se refiere a joyas musicales soleadas de afro-latin, funk y soul. Soniquete: The Sensational Sound of Gecko Turner presenta trece cortes clásicos seleccionados de sus cuatro álbumes anteriores en el sello español Lovemonk, más un tema nuevo.
El disco incluye como invitados a algunos pesos pesados, como la poderosa vocalista británica Eska, el percusionista brasileño Rubem Dantas y el pianista cubano Javier Massó “Caramelo”. La maestría de Gecko como vocalista, multi-instrumentista y arreglista brilla a través de un compendio global de estilos, que van desde los ritmos de África occidental hasta las descargas caribeñas. Hay sonidos y texturas de todas las tendencias: mini-moog, clavinet y mbira se sientan junto al cajón y otras percusiones latinas y brasileñas, pero es el uso del lenguaje de Gecko el que realmente distingue sus canciones; la forma en que moldea las palabras y las frases para que se integren de manera inseparable con la melodía.
Cantando en inglés, español (a veces en portugués) y en una especie de lengua de su propia cosecha, donde la jerga local, la jerga extranjera y las palabras inventadas se combinan poéticamente, sus canciones siempre resultan ingeniosas, es como si te guiñasen el ojo. La forma en que graba, escribe, compone y produce da como resultado algo que él se refiere como soniquete, una palabra que se usa a menudo en el mundo del flamenco para referirse al ritmo y al sonido. Un buen ejemplo es el single con el que debutó en solitario, su emblemática “Un limón en la cabeza”, originalmente lanzada en 2003. Cada estrofa es rematada con échate un poquito de limón en la cabeza…, promoviendo una cierta acidez mental o pensamiento crítico. Las trompetas se entrelazan alrededor de las palabras, dejando al oyente repitiendo la jugada una vez que la canción ha terminado.
Nacido y criado en 1966 en Badajoz, Extremadura, el pequeño Gecko era hijo de un periodista deportivo local, y pronto estuvo expuesto a la biblioteca musical (la discoteca) de la emisora de radio, que contenía miles de LP’s de vinilo y singles de 7″. Tras empaparse de una ingente cantidad de discos que le apasionaban, pronto aprendió a tocar la guitarra y las canciones de sus artistas favoritos de la época como Bowie, The Kinks, Talking Heads y James Brown.
En 1984, los sonidos afrocubanos de Dizzy Gillespie inundaban su cabeza, y un Gecko ya no tan pequeño hizo auto-stop por polvorientas carreteras ibéricas hasta llegar al Festival de Jazz de Vitoria-Gasteiz, donde Dizzy tocaba uno de los días, junto con Freddie Hubbard. Viajando más de mil kilómetros, con libros de bolsillo de Kerouac, Burroughs y Miller metidos en su mochila, fue ese período de descubrimiento del blues y el jazz en general (y del bebop en particular) el que resultó ser el momento decisivo para Gecko.
En el invierno de 1986 se mudó a Londres y estuvo de ocupa en Camden, tocando en la calle y viviendo una dura existencia cotidiana, con la música como epicentro vital. Un año después regresó a España, y mas tarde empezó a trabajar en un banco, en un centro de proceso de datos (al no estar de cara al publico no tuvo que quitarse el pendiente y ni cortarse el pelo). Pasaron unos años, dejó el banco y comenzó a trabajar en un estudio de grabación, donde aprendió los secretos de la producción musical, y acabó formando una banda llamada Perroflauta, donde trabajó de cerca con músicos brasileños y cubanos de gran experiencia, tocando una mezcla de ritmos africanos, jazz, soul, reggae y samba.
En 2003 lanzó Guapapasea!, álbum de debut tanto para él como para el sello Lovemonk Records. Este primer lanzamiento de la discográfica encapsuló perfectamente el sonido ecléctico de Gecko, que se convirtió en la base de la filosofía musical de este sello discográfico (…).
Soniquete es la foto de un artista que vive, trabaja, toca y juega con salvaje abandono, que se preocupa poco por las normas de la industria de la música o de la gran ciudad, y que ha preferido mantener su residencia en Extremadura, junto al río Guadiana. Con una filosofía de vida que aprendió de sus experiencias en el camino, absorbe el jazz, la música global y la literatura. Con la ayuda de una guitarra o un piano, un sol abrasador, una cervecita y un poco de humo, Gecko es un experto en convertir la inspiración en expresión, en usar juegos de palabras inteligentes y en escribir canciones increíblemente adictivas.
(Extracto de la hoja promocional de Soniquete: The Sensational Sound of Gecko Turner, 2018)
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Notas:
(1) La presente entrada incluye unas estupendas fotos de Eva Nilsen. Tras pedirle a Gecko que nos pasase unas imágenes para ilustrar la entrevista nos remitió, entre otras, estas de una sesión que tuvo lugar en un local de Madrid: el Bar Cock. A resultas de nuestra incredulidad el músico nos contó que se trata de un lugar mítico, cuya increíble historia resumimos aquí, tal como reza en su web:
Cuando en 1921 Emilio Saracho y Perico Chicote viajaron de Madrid a Londres en busca de elementos mobiliarios de un genuino Club inglés para inspirar la decoración de un nuevo local especializado en cócteles, no sabían que también estaban dando con la combinación de un lugar irrepetible que parecía un bar pero se convertiría en un museo de historias.
El primer dueño del Cock y su barman jefe trajeron piezas inglesas originales que todavía se conservan y que, junto con los altísimos techos, la imponente chimenea y las flores frescas, distinguen este local situado en un palacete francés de la Calle de la Reina como uno de los de más solera de Madrid. En esta primera etapa, que duró hasta la Guerra Civil, el Cock quitaba la sed a intelectuales, poetas y políticos y en su barra se discurrían teorías de todo pelaje auspiciadas por la inestabilidad política y las tensiones sociales del primer tercio del siglo XX. Allí podía verse escribir a Mihura, pensar a Buñuel o presumir a Dalí.
En 1945 lo adquirió Perico Chicote, que mantuvo las tertulias literarias y políticas a la vez que conseguía hacerlo más mundano. Durante aquellos años, por el Cock (o por su misterioso sótano privado) pasó todo el mundo, desde Eisenhower hasta John Wayne. Por supuesto Hemingway o Dominguín. Las letras, el arte, la nobleza, los financieros, la farándula, los toreros y sus conquistas… Y la gente del cine. Si hubo un Hollywood madrileño, se divirtió en el Cock: Ava Gardner, Frank Sinatra, Audrey Hepburn, Samuel Bronston… Durante los años cincuenta y sesenta, el Cock, junto con Chicote, fueron los escenarios de esa bohemia pasional, alegre y trágica descrita en la literatura y el cine y que dio paso a un tiempo más canalla de meretrices guapas, timbres en las mesas -que aún se conservan- y biombos guardianes de la intimidad de personajes conocidos y anónimos pudientes.
En 1985, al morir Chicote, su sobrino traspasó el negocio a los actuales propietarios, Teresa Nieto, José Astiárraga y Patricia Ferrer. Ellos han regentado la tercera vida del Cock. Y de ese reto al tiempo que fueron los años ochenta, el bar es uno de sus pocos supervivientes.
Dicen sus dueños que destino del local debe ser la mezcla imbatible de tradiciones, personajes y anécdotas. Desde 1986 celebra una fiesta al finalizar ARCO en la que se reúnen artistas, galeristas, artistas y coleccionistas de todo el mundo que, copa en mano, finalizan su expedición cultural contemplando la colección de gallos dedicados expuestos en el pasillo que conduce al baño y firmados por decenas de artistas como Ceesepe, Fernando Valero o Francis Bacon, asiduo del bar, que tomó sus últimos Dry Martini en el Cock.
(2) Cerro Gordo
(3) Nos indican que la web de Gecko está sufriendo algunas reestructuraciones, con lo que puede dar problemas. Esta nota se autodestruirá en cuanto el enlace funcione correctamente.