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José Manuel Díez «Duende Josele». Fotografía de Juan Carlos Zamora
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—Háblanos de tu dualidad artística, de los dos “Josés”: el poeta y el «duende». Y como en ese juego en el que hay detalles que no comparten dos copias de una misma imagen, ¿son fáciles de localizar en tu trabajo poético y musical estas diferencias?
Digamos que José Manuel Díez firma mis libros porque representa mi poesía y mis emociones más personales. Es mi nombre real y lo que soy como persona. Y Duende Josele es el personaje, el alter ego que canaliza todo eso en forma de música y de emociones más plurales. Igualmente, hay una relación de reciprocidad y complementación entre ambos. Trato siempre de que haya poesía en mis canciones y musicalidad en mis versos. No entendería la una sin la otra.
—Siguiendo con el duende que siempre te ha acompañado, ¿qué significa para ti, ese duende?
Para mí el duende significa capacidad de imaginación, inconformismo, cierta travesura y valentía para soñar… Pero es un sobrenombre que me pusieron mis amigos. Creo que para cada persona que me conoce o me escucha ese duende significa algo distinto, lo cual lo convierte en algo más ecléctico y rico de matices. Quizá esta pregunta deberían responderla otras personas, no yo.

—Entre tus colaboradores, tanto musicales —con los que compartes letras y escenario—, como a los poetas que te han arropado, los defines como «amigos», ¿es un caldo de cultivo imprescindible para la creación musical y poética rodearse de empatía?
Para mí, sí. No invitaría jamás a colaborar conmigo a nadie con quien no me encuentre antes en sintonía vital, no sólo creativa. Hay muchos tipos de colaboraciones musicales. En mi caso, soy un músico totalmente independiente, es decir, no hay discográficas, ni contratos, ni dinero de por medio… Cuando toda esa cuestión (mucho más mercantil que puramente artística) desaparece, sólo queda la empatía, el respeto y el cariño mutuo. ¿Qué otra cosa es sino la amistad?
—El reagge, la rumba y el son cubano, son algunos de los estilos por los que transita tu último discolibro Desnudos integrales (2019). Al escucharte, pareces personificarte en «la alegría de la huerta». ¿Es la musa alegre la que escribe tus letras? Entre tanta luz, ¿hay, especialmente en el momento que vivimos, alguna sombra?
Bueno, creo que hay más estilos y muchos más matices en el discolibro. Pero, en líneas generales, sí, suelo dejar la alegría y el positivismo para mis canciones, y el realismo sin paños calientes para los textos y poemas. De todas formas, los temas no siempre se corresponden con el tono en el que son tratados. Creo que también se puede hablar de desamor con ironía o hacer crítica social con cierto cachondeo, por poner dos ejemplos claros en dos de las doce canciones de este discolibro.

—De nuevo en Desnudos integrales, y a propósito de los temas que trata: «el amor, el desamor, la naturaleza, la sociedad del exilio, la libertad personal, el miedo, la felicidad…», parece que no estableces ninguna distancia entre lo íntimo y lo social. ¿Es así?
Bueno, todos somos individuos sociales, queramos o no. Personalmente, no estoy de acuerdo con la sociedad que hemos construido ni con el modo de vida que llevamos en general, pero me gusta criticarlos desde la inclusión, asumiendo mis deberes con ellos y, también, por supuesto, sabiendo que soy parte de la solución.
—¿Qué te dices a ti mismo antes de «saltar» al escenario?
«Disfruta. Haz disfrutar».
—¿Qué libros o autores te hicieron pensar «me quiero dedicar a la poesía»? ¿En qué momento te diste cuenta de ello?
No fue una decisión consciente. Uno se enamora primero de ciertos libros, que a su vez te llevan a escuchar una voz interior, y esa voz es la que, luego, con el tiempo, las lecturas y las vivencias, se va trabajando… Y este trabajo, en mi caso, dura hasta el día de hoy.
Los primeros autores que me emocionaron son Miguel Hernández, Walt Whitman y José Agustín Goytisolo. Todavía me emocionan. Pero mis maestros y dilectos son incontables. Y no sólo están en la poesía, también los encuentro en la prosa, el cine, la música y la filosofía.
—¿Qué títulos te acompañan en tu mesilla de noche?
Ahora mismo estoy leyendo una selección de cuentos de Bernardo Atxaga, titulada Alfabeto de las pulgas, que me está gustando mucho, y releyendo la poesía completa de Jaime Gil de Biedma, un autor al que siempre vuelvo a cada cierto tiempo. Suelo mezclar géneros y autores dispares en mis lecturas. Creo que esa mezcla favorece mi propio imaginario creativo. También tengo en mi mesilla, hace meses, varios libros de la gran Efi Cubero, de quien estoy preparando una antología poética. Para mí es una de las voces más necesarias de nuestra literatura actual.
—¿Hay poesía en todas partes? ¿Y en Twitter?
Sí, soy de los que opina que hay poesía en todas partes. No depende tanto del lugar o la persona como de quien los sepa mirar. En Twitter también hay poesía, por supuesto; lo que sobran son poetas o, mejor dicho, «intentos de».

—Has vivido una temporada en Lanzarote, pero has vuelto a Zafra, tu ciudad natal, ¿qué te parece la vida cultural en Badajoz? ¿Hay algo que eches de menos?
Viví casi cuatro años en Lanzarote, pero la sangre me gritaba vuelve a Extremadura, vuelve a Extremadura…
Actualmente vivo en Zafra, mi ciudad natal. Aquí tengo a mi familia, a mis amigos de toda la vida, y me siento actualmente muy feliz.
Badajoz es una ciudad que me encanta, en la que viví más de 15 años. Trabajo muy estrechamente con muchos músicos y poetas pacenses, y sigo muy vinculado a sus grandes citas culturales: el Carnaval, la Noche en Blanco, la Feria del Libro… Realmente no echo nada de menos, porque sigo participando muy activamente de su arte y cultura. Y, de hecho, en cuanto pase el estado de alarma, tengo previsto grabar allí mi nuevo videoclip.
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José Manuel Díez «Duende Josele» es poeta, compositor y músico, nacido en Zafra. Ha publicado los libros de poemas La caja vacía (Visor Libros, 2006), Baile de máscaras (Hiperión, 2013), Estudio del enigma (Visor Libros, 2015), El país de los imbéciles (Hiperión, 2017), y el libro de pensamientos, aforismos y breverías (1998-2018) Setecientos caballos desbocados (Arscesis, 2019).
Vocalista y autor principal del grupo El Desván del Duende durante más de doce años, con los que publica los álbumes Eres buena gente (la cueva records, 2007), Increíble pero cierto (BOA Music, 2009) y Besos de Cabra (BMG Music, 2012). Además, ha dado más de cien recitales con espectáculos como Los poetas insólitos, El vuelo del paquidermo y Lecciones de ingravidez, y en 2003 recibía en Madrid su primer premio literario nacional, el Premio Conmemorativo Luis Rosales de Poesía.
En otoño de 2014 comienza su carrera musical en solitario con el proyecto Duende Josele, y publica los discolibros La semilla (2015) y Desnudos integrales (2019), con la colaboración de José Mercé, Luis Eduardo Aute, Coque Malla, Luis Pastor, La Negra, Lichis, Muerdo, Pedro Pastor, Sharif Fernández y otros muchos amigos.
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