Entrevistamos a Pedro Almoril, un profesional de la impresión que ha vivido, desde Badajoz, todas las evoluciones del sector. Una vida dedicada al libro y a sus tripas, que le llevó a ser socio de una de las imprentas más importantes de Extremadura y de un, no menos importante, proyecto editorial: Del Oeste Ediciones.

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—Empezaste muy joven en tu pueblo natal, cuando gran parte del proceso de impresión era prácticamente manual. Háblanos de aquel primer taller y de aquellas máquinas, que a los ojos de un niño, debían ser casi mágicas.

—Visto desde el presente, aquellos recuerdos que tengo de trabajar con los tipos de letras móviles y las máquinas que se movían con poleas…, era otro mundo, el de la imprenta, muy distinto al de ahora.

—Te fuiste a hacer la mili a Badajoz y te quedaste allí trabajando a finales de los años setenta. Mucha gente en aquella época se iba a la capital o a ciudades como Barcelona y Bilbao, donde estaba el trabajo, para no volver. ¿No estuviste tentado de seguir el camino de muchos aquellos jóvenes?

—Sí, estuve tentado de irme de Extremadura, tuve la oportunidad de presentarme a unas oposiciones a la Comunidad Europea en Bruselas, de hecho me presenté el examen y tenía bastantes posibilidades de aprobar ya que necesitaban trabajadores que hablasen en español para las publicaciones de la Comunidad, pero no quería irme lejos de mi tierra ni de mi familia y en mi cabeza tenía muchos proyectos en los que planeaba sacar adelante en Extremadura, así que decidí renunciar y quedarme en Badajoz.

—Trabajaste en Doncel, una empresa que prácticamente copaba todo el rango de negocio: Papelería, librería, distribución y también imprenta. Más tarde iría abandonando algunas de esta secciones. Te especializaste en maquetación y diseño de libros ¿Qué tipo de clientes solicitaban estos servicios? ¿Doncel también era editorial? ¿Qué clase de libros os reclamaban?

—Alfonso Doncel fue mi verdadero profesor de impresión y un ejemplo como empresario. El tipo de cliente que tenía la imprenta Doncel eran los organismos oficiales, las cajas de ahorros, instituciones varias, particulares y autoeditores. Doncel no era una editorial como tal, pero en aquella época las imprentas también gestionaban las ediciones de libros. Los libros que se editaban eran de historia, poesía, novela, y catálogos de pintura.

—Más tarde, te uniste al proyecto de Aprosuba-3, donde a tu trabajo como impresor se suma el de formador, justo en una década, la de los ochenta, en la que el uso del ordenador se implementó en las imprentas. Háblanos, por una parte, de tu experiencia como formador, y por otro, de la revolución que supuso aquella primera incursión en la tecnología digital.

—Fue una experiencia muy enriquecedora, teníamos a doce chavales que estaban entusiasmados por aprender y trabajar en la imprenta. Empezamos con tipografía, offset, un ordenador de composición que medía mas de dos metros de largo, y un laboratorio de fotolitos, pero lo mejor de todo, además de crear una empresa que proporcionaba puestos de trabajo para personas con discapacidad, fue la convivencia personal con ellos.

—En nuestra región parece inevitable que ciertas actividades económicas, como la relacionada con los libros, tengan como cliente principal a la institución. ¿Crees que el problema es la educación, la falta de lectores o hay algo más?

—En los noventa el gran problema fue la falta de un tejido empresarial fuerte, que hacía que la mayor parte de los clientes de las imprentas fueran las instituciones y organismos oficiales, y también la mentalidad de los extremeños que, por lo general, preferían estudiar una carrera para opositar a una plaza de funcionario en lugar de plantearse crear sus propias empresas. Necesitamos personas preparadas, innovadoras, inquietas y sobre todo hay que incentivar a la gente joven a crear empresas con proyección exterior, fuera de Extremadura, hacia otros países.

—Y entonces opositaste para entrar en la imprenta de la Diputación. ¿Fue duro volver a estudiar? ¿Qué nuevos retos encontraste en este nuevo destino?

—Tenía muchos retos: estaba al frente del Boletín Oficial de la Provincia, responsable de 35 personas trabajando, tenía que reemplazar las linotipias por el sistema offset y ampliar la capacidad de trabajo. Realizábamos la revista Nuevo Guadiana, las publicaciones de los pueblos de la provincia, libros e impresos en general.

Es posible que muchos te recuerden por INDUGRAFIC, un proyecto que te cosechó innumerables éxitos y, supongo, algún fracaso. Llegasteis a tener 60 empleados, a veces turnos de 24 horas, alguna de las máquinas de impresión más innovadoras y potentes del mercado. En un negocio tan grande hay que desarrollar multitud de trabajos distintos: cartelería, folletos, libros, revistas… y ampliar el mercado. Especifícanos algunos de esos hitos que te he comentado y algún otro que te parezca significativo.

Fuimos innovadores, empezamos cuatro personas trabajando en unas instalaciones de 120 metros cuadrados y acabamos con sesenta personas y unas instalaciones de 2000. Durante veintidós años fueron muchos cambios y siempre mirando hacia delante. Tuvimos varias máquinas de offset de cuatro y cinco colores, un departamento de diseño y encuadernación de publicaciones.
Trabajamos para toda Extremadura y Portugal. Hicimos campañas completas de folletos en varios idiomas de promoción de turismo. Nos encargábamos de los textos, traducciones en varios idiomas, fotos, diseño, impresión, encuadernación y distribución.
Nos encargaban trabajos empresas extremeñas como Cristian Lay a la que le hacíamos catálogos para países del Este de Europa y de Sudamérica. El periódico HOY nos encargaba libros de los que se imprimían hasta 50.000 ejemplares de varios modelos.
A partir de la crisis económica y digital se dejaron de editar grandes tiradas y se redujo espectacularmente el numero de publicaciones tanto institucionales como empresariales. Nuestra estructura diseñada para grandes tiradas acabó siendo infrautilizada.   

—Has sido editor de Ediciones del Oeste ¿Cómo surgió la idea?

—Estaba en estrecho contacto con el mundo de las publicaciones, con los autores…. A mi me gusta mucho la edición de libros y contaba con el entusiasmo del poeta Ángel Campos Pámpano quien nos animó a comenzar este proyecto como un hobby, porque negocio no fue nunca…

—Hay una parte romántica en la figura del editor, y sin embargo está esa cara oculta que es la que supone la comercialización de los libros. Coméntanos de la cara y la cruz del oficio de publicar libros.

El verdadero problema de la edición de libros es la distribución. En una región como esta o llegas a la distribución del resto de España o no puedes salir adelante. Las distribuidoras nacionales no aceptan la distribución de las pequeñas editoriales, las condiciones son leoninas y tienes que tener muchas publicaciones al año para que te hagan caso. Sin embargo es muy gratificante conseguir editar a tan buenos autores y una buena calidad de edición, esa es la parte buena.

—¿Qué supuso para el sello la prematura muerte de Ángel Campos?

La muerte de Ángel fue un golpe muy duro, era nuestro motor, una persona con una gran capacidad de trabajo y entusiasmo, todo el día proyectando ideas…, sufrimos un gran vacío emocional en nuestro equipo. Tras una pequeña reestructuración junto con Manuel Vicente González y Pedro Felipe conseguimos seguir adelante, pero la crisis económica nos venció.

—En todos estos años has podido trabajar con una gran cantidad de profesionales y artistas del diseño gráfico de nuestra ciudad. Háblanos de aquellos a los que recuerdes con más cariño.

Tengo muy buenos recuerdos y me considero muy afortunado de haber compartido muchos buenos momentos de trabajo con muchos artistas y autores, de entre ellos destaco a Luis Costillo, Javier Felipe, Alfonso Sánchez Rubio, Luis Fano, Antonio Franco, Ángel Campos, Javier Fernández de Molina, Goyo, Javier Remedios, Alfonso Doncel y muchos más.

—Y para terminar: Como profesional íntimamente ligado con la cultura y como vecino de Badajoz ¿Qué evolución has visto en la oferta cultural a lo largo de estas casi cinco décadas? ¿Cómo ves el futuro?

Badajoz ha evolucionado mucho y ha tenido grandes cambios. Los cambios realizados se pueden concretar, por ejemplo, en la creación de la biblioteca de Santa Ana, el nuevo edificio de la biblioteca Bartolomé J. Gallardo, la Biblioteca de Extremadura, los préstamos de libros en edición digital, los nuevos Círculos de Lectura, apertura de librerías de cómics… Un mayor intercambio cultural con la vecina Portugal tras la entrada en la UE, festivales de música y cine, la Orquesta de Extremadura, la Facultad de Biblioteconomía y Documentación y en un futuro proyecto el Museo de la Ciencia.
Ahora estamos en una nueva dimensión, el futuro es digital.

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Pedro Almoril García (Villafranca de los Barros, 1951) empezó de niño a trabajar en el mundo de la impresión. Con apenas 15 años entra de aprendiz en la Imprenta Bolaños de Villafranca de los Barros. En 1972 se traslada a Badajoz para hacer el servicio militar. En 1974 se incorpora a la imprenta Doncel. Mientras trabaja realiza estudios de Artes Gráficas de los que se examinaba en la Escuela Nacional de Artes Gráficas de Madrid, desarrollando a los largo de varios años labores en todas sus secciones hasta especializarse en diseño y maquetación de libros.
En 1981 es contratado por Aprosuba-3 como jefe de taller de dicha entidad, encargándose de poner en marcha el taller de offset y tipografía del Centro Ocupacional de dicha entidad. Paralelamente, y a lo largo de la década de los 80, imparte cursos de impresión, maquetación y edición de libros en diferentes talleres de Extremadura.
En 1988, tras aprobar la correspondiente oposición de funcionario, se convierte en director-gerente (regente) de la Imprenta de la Diputación Provincial, puesto que ocupará hasta 1991.
En 1991 crea, junto con Pedro Felipe Cienfuegos, la empresa INDUGRAFIC ARTES GRÁFICAS S.L., una aventura empresarial de veintidós años de existencia, que llegó a tener a sesenta trabajadores en plantilla, convirtiéndose en la imprenta de referencia en Extremadura.
En 1996 funda Ediciones del Oeste junto a Ángel Campos Pámpano, Manuel Vicente González y Pedro Felipe Cienfuegos. La editorial publicó más de cien títulos, con autores entre los que destacan José Saramago, Justo Vila o Luis Landero.
En 1999, ilusionado con un proyecto que tendría mucho futuro, crea ETIEX una empresa de impresión de etiquetas comerciales para la alimentación y diversos productos. Estuvo en la dirección de este proyecto, que simultaneaba con el resto de sus actividades durante diez años. Finalmente traspasó este negocio en el año 2008, que sigue funcionando con gran éxito y pleno rendimiento.