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Hablamos con Julián Mesa, editor, comisario y coleccionista. Desde su editorial, Libros de mesa, ofrece un diálogo asequible con artistas y lectores, donde la exclusividad del objeto artístico sobrevive gracias a la obra seriada: una selección de autores cuidada para todos los bolsillos y sensibilidades.
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—Tu primera experiencia como editor data de hace más de dos décadas, con la publicación de libros en un sello dedicado a contenido científico-técnico. ¿Cómo surgió aquel proyecto?
—Aquel proyecto surgió hace más de veinte años; nos juntamos tres socios, dos veníamos de la fuckultad de Biblioteconomía y Documentación, y el tercero estaba inmerso en un grupo de investigación en la Uex.
La publicación y difusión de información científica en el ámbito académico no es que sea importante… sino vital. Todos los grupos de investigación, programas y/o proyectos europeos están obligados a publicar sus resultados, vimos ahí, por aquel entonces, un nicho de mercado.
En ese momento en Extremadura no había ninguna empresa del sector privado que se dedicara a ello; hoy en día las spin off universitarias y, en mayor medida, las grandes editoriales científicas han dinamitado el mercado. Elsevier, Taylor & Francis, Wiley-Blackwell, Springer y Sage, estas cinco empresas controlan más del 60% de todas las publicaciones científicas mundiales.
—¿Qué te enseñó acerca del oficio de editor?
—En la edición de libros científicos existe un determinado número de tareas, muy definidas y semejantes a la de cualquier editor, sea de narrativa, artística o de información. Las de selección, producción, distribución, difusión, etc. Cuando una editorial es pequeña, como era nuestro caso, todos nos implicábamos en cada tarea, desde la maquetación, hasta la traducción técnica. Esos hizo que todos aprendiésemos todo el proceso de edición, desde que nos llegaba el paper hasta su publicación.
—Tras aquella aventura editorial te metiste de lleno en la cultura de las artes plásticas, formándote como curador de exposiciones. Háblanos de esa inquietud, de cómo nace y, finalmente, cómo te lleva a replantearte tu vida profesional.
—No fue una ruptura repentina. Desde siempre me ha interesado el arte en general; ya participé en fanzines de arte en los ochenta y ejercí de crítico de cine en radio y prensa escrita. Hace ya muchos años, el artista y amigo Domingo Frades me regalo una obra, y a partir de ahí empecé a coleccionar y a interesarme por las artes plásticas en concreto. Desde entonces he estado instruyéndome con el fin último de emprender y que mi profesión fuese afín a lo que me interesaba: la cultura y el arte.
—En los últimos años, paralelamente a tu aprendizaje en la producción cultural, retomas tu labor como editor, creando el sello editorial Libros de Mesa. Empiezas en el año 2016, publicando Demagogias, un poemario de Carlos Reymán. ¿Qué nos cuentas de este primer título? ¿Nació tu proyecto editorial con la idea de publicar literatura, o ya sabías que el sello iba a ir por otros derroteros?
—Efectivamente, la primera referencia de la editorial es Demagogias, y a su autor, Carlos Reymán, no sólo le debo el hecho de que inaugurase el catálogo, sino también el nombre de la editorial, ya que él tuvo entre el «honor» y la «osadía», de darle un nombre, Libros de Mesa.
Ya tenía en mente ponerla en marcha, pero siempre lo estaba posponiendo, y fue entonces cuando Carlos me dio su manuscrito, y esa misma tarde, al terminar de leerlo, supe que era el momento. Al día siguiente, Carlos puso el nombre a la editorial.
Su libro es un continuo abrazo, seguido de un puñetazo en la mesa, rico en palabras y pobre en tópicos. Es el libro con el que cualquier editor soñaría bautizarse…
Siempre he sabido que la línea editorial a la que me quiero dedicar es a la de libros de artista y/o artísticos, pero también he de decir que, si cae en mis manos algún manuscrito que me eleve o enamore, no lo dejaré pasar.

—Un año después (2017), publicas Espejos, un libro de artista de Luis Costillo. ¿Qué resoluciones estéticas y comerciales tomaste entonces para conformar lo que vendría a ser la nueva deriva del sello?
—Con la editorial propongo una forma de coleccionar arte con muy pocos medios: los compradores pueden hacerse con obras por muchísimo menos valor del que tendrían en una galería. Sin querer hacer competencia a estas, sino, al revés, sumar futuros amantes y coleccionistas a la sociedad… El funcionamiento es el siguiente: se trata de la realización de un libro de artista donde un autor incluirá un determinado número de obras. El artista participante nos ofrece un original que corresponderá a una página del libro. En este caso, el producto final será un libro impreso y un original de los que lo componen. Este libro tendrá un tratamiento de libro de artista y con un acabado acorde con la propuesta.
Este proyecto pretende que un pequeño número de interesados compren-financien un libro de artista en una tirada limitada de cien ejemplares. Por ahora, todos los libros se han vendido; juego con la ventaja de que cuando el libro llega a imprenta ya está vendido, esto es gracias a la calidad de los seleccionados y al precio del libro. Llevarte un libro y una obra original a un precio asequible significa poner al alcance, no sólo de la mano, sino también del bolsillo, no solo coleccionistas y bibliófilos, sino a cualquier persona en general. Acentuar la democratización en el mundo artístico debería estar más normalizado a día de hoy.
—A diferencia de otros artistas, Luis Costillo es consciente de todas las significaciones que tiene un libro como objeto e instrumento de comunicación, ya que es algo que, hasta su muerte, vino haciendo de manera tan hacendosa como maniática, y que definen lo que él ha sido para la cultura de nuestra ciudad: un ser masivo y literal. Todo para él era objeto de su arte y, la historia de nuestra ciudad, por pequeña que fuera, una manifestación de belleza. Háblanos de esta experiencia, fundamental por íntima, para entender tu implicación con lo que entendemos como “proceso de creación”.
—Trabajar con Luis Costillo fue fácil. Por sus manos han pasado miles de publicaciones que él diseñó…, era su medio natural. A lo largo de sus últimos años utilizó el libro de artista como medio vehicular para expresarse.
En Espejos, Luis abordó su proceso desde libros anteriormente realizados a los cuales revisitó y acomodó en un sólo libro. Jugando a no hacer meras reproducciones sino autentificar la copia que al final no lo es, reproducir partes de ocho libros en uno.

—¿Qué principales diferencias encontramos entre un catálogo y un libro de artista?
—Un catálogo es un libro monográfico que recoge las obras creadas por un artista. El objetivo del catálogo es ofrecer información completa y exacta de cada una de las obras. Suelen ser documentos de referencia en exposiciones de galerías o museos. Funcionan como un elemento que agrega valor a la obra.
Mientras que un libro de artista es una obra de arte en sí. Es una forma de expresión artística.
—Uno de los objetivos principales del sello es difundir la obra de artistas plásticos. ¿Por qué crees que se hace necesaria esta iniciativa?
—Desde Libros de Mesa pretendo mostrar los proyectos y las propuestas en el campo de las artes plásticas y visuales en las que vienen trabajando estos creadores. La difusión de la obra es tan importante como su creación. Si esta no puede ser visualizada, no puede transmitir las emociones que el artista le otorgó.
—¿Es el libro como objeto físico y su plasticidad el soporte perfecto y no, por ejemplo, una web?
—No, el libro no deja de ser un medio, pero es en el que me siento más cómodo. Me gusta el papel, no en vano el producto final que se vende es un libro físico al que se le da un valor añadido por el artista como es la numeración y firma a mano. Sin embargo el mundo digital, y en especial las redes sociales, me sirven de apoyo para la difusión del proyecto. Sin ellas no habría llegado a los compradores finales.

—Los libros que publica Libros de mesa son obras que se imprimen en tiradas muy limitadas, y cada una va firmada, numerada y acompañada de un original del artista. ¿Es uno de tus sueños poner al alcance de cualquiera la posibilidad de ser un pequeño coleccionista?
—Creo que hoy en día existe una barrera invisible en el mundo del arte y la sociedad en general, un halo de alta cultura que impide en muchas ocasiones la entrada a las galerías, museos, etc a gran parte de la ciudadanía. Debemos realizar más acciones inclusivas, y una de ellas debe ser la democratización del arte (que no la popularización). Creo que poner precios asequibles a obras de artistas de primer nivel es un paso más…
—Felicidad Moreno, Emilio Gañán, Javier Palacios o Jorge Galindo, son algunos de los autores que has publicado hasta el momento. ¿Qué rasgos tienen en común los nombres que publican en tu sello?
—La editorial es unipersonal; quiero decir con esto que los artistas a los que edito son una opción personal. Es como comisariar; conoces la obra de un creador con la cual sabes que el diálogo obra-libro puede funcionar. El rasgo común es la calidad. Se trata de publicar a artistas reconocidos no solo a nivel nacional sino también internacional. Ha sido un lujo poder trabajar con cada uno de ellos.
—¿Qué nuevos proyectos se materializarán dentro de esta colección? ¿Qué artistas te gustaría editar?
—En los próximos meses editaré un nuevo libro, en este caso del artista vasco, Fermín Moreno Martín, que ya se encuentra en el proceso de creación, y para después de verano tendremos el material para su edición. Otra artista a la que publicaré será Marina Vargas, que está trabajando en un precioso libro que saldrá en próximas fechas.
Hay muchos artistas, muchísimos, que me gustaría poder editar. Por nombrar algunos me encantaría poder trabajar con Ana H. del Amo, Yann Letto, Ruth Morán, Philipp Froilich, Cristina Lama…

—No abandonas el gusto por las manifestaciones contraculturales, y bajo esta premisa nace el fanzine La estrella de la carretera. ¿Qué nos cuentas de este proyecto?
—La estrella de la carretera nace en mayo de 2016, tras una comida de amigos, «las comidas canallas», que celebrábamos por aquél entonces todos los martes en la Cocina Portuguesa, en la ciudad de Badajoz. En dichas comidas nos juntábamos ilustradores (Fidel Martínez, Raúl Valerio), escritores (Carlos Reymán, Felipe Zapico), artistas (Luis Costillo, Dulce Escribano), fotógrafos (Pakopi, Gonzalo Sanz) y yo, que como no era nada de lo anteriormente mencionado, me dediqué a editarla.
El «fanzine canalla» nació con el propósito de celebrar la amistad y el arte sin necesidad de incurrir en la esgrima lorquiana…
La estrella de la carretera pretendió ser una plataforma donde mostrar estos trabajos de artistas, dibujantes, escritores, poetas y creadores multidisciplinares.
Nos poníamos en contacto con los que nos transmitían y se generaban encuentros comunes, o no. Sin editorial, ni tono. Todo lo que mandaban se publicaba tal cual…
Nombres de la talla del pintor norteamericano Ray Smith, Víctor Rodríguez, el filipino Manuel Ocampo, Jorge Galindo, Matías Sánchez,
felicidad Moreno, Cristina Lama, Simon Zabell… así hasta más de 60 artístas internacionales cuyas obras se encuentran en los museos más importantes. Arantxa Oteo Ugarte (Poeta del circuíto Slam), Felipe Zapico, el poeta visual Antonio Gómez, la poeta Elena Román, Joaquín Gómez, Carlos Reymán, Julián Portillo, Ana Patricia Moya (directora de la editorial Groenlandia), Daniel Casado y un largo etcétera…
El fanzine tuvo un recorrido de siete números y se vendía por el mismo precio de coste, dos euros. Llegó a tener 228 suscriptores, podemos decir que ese fue el motivo de su desaparición, el éxito y las continuas peticiones de suscripción, que generaban más gastos que ingresos.
Como primicia os puedo contar que La estrella de la carretera va a salir en formato libro en tapa dura, con la recopilación de trabajos de los siete números publicados, y que en su interior llevará un flexi de regalo —Vini Reilly— guiño a las publicaciones ochenteras.
—Sabemos que dejabas (en pasado, porque ahora están cerrados) en colegios de primaria de nuestra ciudad un ejemplar de cada número. ¿Hasta que punto es importante familiarizar a los más pequeños con este tipo de contenidos?
—La educación artística es necesaria, no porque vaya a hacer a los niños y niñas más inteligentes, sino porque les permite adquirir una serie de competencias que son imprescindibles para el aprendizaje de cualquier asignatura escolar. Esto es útil para todos los alumnos, por lo que se convierte en una forma estupenda de atender la diversidad en el aula.
La educación artística es, en definitiva, imprescindible porque permite que los alumnos adquieran una cantidad de competencias sociales y emocionales básicas para el desarrollo personal, y que les consiga hacer más felices. Y ese es, al fin y al cabo, el verdadero aprendizaje, el que les prepara de verdad para la vida.
A día de hoy existe un gran déficit en esta materia educativa, para muestra un botón, tengo dos hijos que están recibiendo en casa la formación on line —debido al cierre de los centros por el COVID19–- y ninguno de ellos ha recibido, formación, tareas, información sobre esta materia; resulta penoso…
—¿Cómo es el trabajo de un editor de libros de artista en una ciudad como Badajoz? ¿Ves limitaciones o ventajas en tener aquí tu residencia?
—A día de hoy, no creo que sea muy relevante el sitio o lugar desde el que pones en marcha un proyecto. Estamos a un click de cualquier sitio.