
Fotografía: Alberto de la Rocha
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Entrevistamos al poeta Ben Clark, quien nos visitará el próximo 29 de mayo en la Feria del Libro de Badajoz. Le preguntamos sobre su trayectoria vital, sus libros y sus proyectos, y le pedimos que nos dé una pincelada sobre lo que encuentra él en nuestra tierra.
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—Se te encuentra fácilmente en internet: la red nos informa de que has disfrutado de varias residencias artísticas en diferentes paraísos terrenales y que has ganado varios premios de poesía. ¿Qué no dice una biografía? Es decir, ¿cuánto trabajo hay detrás de cada uno de esos hitos?
Hay mucho trabajo porque cualquier triunfo de la cultura (es decir, llegar a escribir, llegar a disfrutar de un retiro para escritores, llegar a publicar…) es un triunfo —momentáneo, una victoria pírrica— sobre el tedio que nos imprime el capitalismo salvaje. Llevo intentando dedicarme a la escritura de manera profesional desde hace quince años y, en ese tiempo, he sido camarero, contable, animador de despedidas de soltera —y de soltero—, profesor, chófer, comercial para una multinacional y camarero varias veces más. Todas estas ocupaciones no tienen nada de malo —salvo, quizá, la de animador de despedidas de soltera/o— pero tienen poco que ver con el mundo de la poesía —salvo, quizá, la de animador de despedidas de soltera/o—.
Creo que Borges decía que los poetas están siempre trabajando, pero creo que se puede afinar un poco más: los poetas que no somos ricos estamos siempre trabajando.
—En tu entrada de la Wikipedia, hay tres epígrafes: «Notas biobibliográficas», «El caso de su poema viral» y «Acción poética #Coronaversos». Solo una dedicada a tus libros y dos a la viralidad de tu poesía en internet. La literatura en redes sociales ha recibido tantas alabanzas como críticas, ¿qué opinas al respecto? Y el problema de la autoría ¿de quién es un poema colgado en Twitter: del autor, del que lo publica o, tal vez, del que lo lee…?
No tengo mucho control sobre mi entrada de la Wikipedia. Aunque resulte difícil de creer, ni la he creado yo ni la mantengo. Hace unos diez años alguien se dedicó durante un tiempo a trolearla —¿se dice así?— y la página era bastante más divertida que ahora.
Tiremos de la frase manida y digamos que los poemas pertenecen a quienes los leen. Porque en el fondo es verdad —como casi todas las frases manidas—, aunque eso no significa que uno pueda apropiarse de cualquier cosa. Las acciones poéticas en Internet —y, en cierta forma, el Poema Viral es una acción poética autónoma, una acción puesta en marcha por el propio poema— sirven para intentar compensar mínimamente toda la basura que genera la web en general y las redes sociales en particular. Por cada poema o por cada frase de Paulo Coelho que se comparte, hay tres mensajes de odio y, lo que es mucho peor, por cada tres mensajes de odio hay un poema o una frase de Paulo Coelho.

—Has vivido en muchos lugares, no solo en esas residencias que apuntábamos antes. Encontramos tus huellas en distintas ciudades de la península. ¿Qué puedes contarnos de tus periplos, de las geografías en que has residido, de allí donde has vivido el mar como un recuerdo?
Si he vivido en distintos lugares ha sido, en gran medida, porque he tenido que mudarme por trabajo o por el alto precio del alquiler. A mí el mar me da igual. Yo lo que quiero es una vivienda digna y un poco de estabilidad laboral, que ya tengo casi cuarenta tacos y tengo idiomas y un curso de mecanografía. Lo que hace falta es una vivienda digna a un precio digno. Para ver el mar me basta un cuadro que tengo pintado por mi padre. Se tiende a una lectura romántica de las mudanzas, cuando en el fondo son terroríficas.
—A veces necesitamos que sean los ojos de otro los que describan nuestra tierra, para entenderla de una manera nueva. ¿Qué ven los tuyos en Extremadura, cómo nos ves?
Siempre he tenido la sensación de que en Extremadura hay mucho movimiento literario. He seguido las publicaciones de la Editora Regional de Extremadura y la actividad de editoriales como Aristas Martínez, Liliputienses o La Luna Libros.
Plasencia tiene una de las mejores librerías de España, La Puerta de Tannhäuser, y podemos destacar grandes figuras en activo de la literatura como Gonzalo Hidalgo Bayal, Luis Landero y Pilar Galán en narrativa, y Basilio Sánchez, Antonio Gómez, Álvaro Valverde, Diego Doncel, Pureza Canelo o José Manuel Díez “Duende Josele” en poesía. Y luego está la AEEX, una asociación muy activa y dinámica.
¿Que no hay tren? Bueno, pero hay una locomotora cultural, un caballo de acero de la poesía y de la literatura que es imparable.

—Antes mencionábamos de pasada #Coronaversos (una nueva acción, que lanzas a la no-tierra que es internet, desde este rincón del mundo, a vueltas con la poesía viral) de la que se subraya que tuvo «más de 250.000 visionados en sus primeros días». ¿Te has convertido en un «Gurú de la poesía» o en un «Perfil poético»?
En absoluto. Tengo mis trastos y mi biblioteca repartidas entre tres casas y ninguna de ellas es mía; conduzco un coche de 2004 que tiene trozos que se sujetan —mal— con cinta americana y vivo a crédito. No soy el gurú de nada. Lo primero que miro cuando me despierto es la aplicación de la banca online. Sé unas cuantas cosas sobre escribir bonito, poco más.
—En muchas entrevistas aseguras tu asombro ante cómo aflora el poema, de esos lugares propios y ajenos tan poco predecibles… ¿Significa eso que la poesía no nace del gesto de sentarse a escribir, sino de una manera de escuchar el dictado del mundo, de tu mundo?
Creo que nace de una combinación de las dos cosas: hay que estar atento al mundo, a la gente, a lo que ocurre y, muchas veces, a lo que no ocurre. A lo que no se dice. En los silencios se esconden muchos poemas. Después hay que sentarse, con disciplina, rigor y, sobre todo, con generosidad. Hay que estar dispuesto a aceptar lo que venga y regalar el doble. En mi opinión, no hay nada tan divertido como escribir un poema, nada tan fascinante, nada tan humano.

—En 2020 publicaste en el sello Espasa, ¿Y por qué no lo hacemos en el suelo? El fichaje de poetas por grandes grupos editoriales ha generado todo tipo de debates. ¿Te han afectado o te mantienes al margen? ¿Qué diferencia has encontrado, como autor, en la relación entre una editorial de estas dimensiones tras tu trabajo con pequeños sellos con garantía de calidad como Sloper o Delirio?
Algunos compañeros —que han demostrado de esta manera no serlo— me han criticado con dureza por publicar en Espasa. Creo que lo hacen porque no han visto mi coche ensamblando con cinta americana. Un coche que es pura poesía. Publicar ¿Y por qué no lo hacemos en el suelo? fue una alegría y un privilegio, porque fue un proyecto que nació con la ilusión y el apoyo de Belén Bermejo, a quien echo de menos muchísimo. Lo que intenté con este libro fue buscar una tercera vía, un camino poético para los lectores que no fuera la poesía simple que abunda en las redes y en el propio catálogo de la editorial, pero que tampoco fuera la poesía que no ha logrado conectar con esos lectores —fundamentalmente adolescentes—.
Llevo años leyendo artículos donde ponen a parir —muchas veces, sin demasiados argumentos— lo que escriben Marwan, Defreds, Redry, Elvira Sastre y Cía, y creo que hay una tercera vía posible, un camino que logre aunar oficio, cultura, emoción y cercanía con el lector. Yo lo he intentado, he lanzado una propuesta, que es más de lo que pueden decir muchos de los que amonestan con tanto afán a los y las «instapoetas». No me preocupa mucho que me critiquen por ello. Me preocupa más que el coche me aguante otros 100.000 km, por lo menos.
Y seguiré editando con Sloper y con Delirio, por supuesto, si me quieren, y con Visor y con Pre-Textos y con Hiperión, si surge la oportunidad de trabajar juntos, porque son mis casas poéticas. Cada sello tiene sus lectores, y no hay lectores enemigos.
—Tu última publicación es Círculos negros (Antigua Imprenta Sur, 2021). Háblanos de esta pequeña joya bibliográfica y de los poemas que lo conforman, de las peculiaridades de su edición y de la historia que hay tras el sello y la imprenta que la edita.
Bueno, creo que esta es la publicación que más me ha emocionado desde que empecé en 2001. Son pocos ejemplares, pero sentir que hay cierta conexión con aquella época, con las obras —físicas— de la Generación del 27… Círculos negros forma parte de una colección que se crea de manera artesanal en la Antigua Imprenta Sur del Centro Cultural Generación del 27 de Málaga. Se hace con las máquinas donde Emilio Prados y Manuel Altolaguirre editaron la mítica revista Litoral y los primeros libros de la mayoría de los jóvenes poetas de la que luego sería conocida como Generación del 27.
Cuando tuve Círculos negros en la mano, pensé en dos cosas: en Pablo Aranda, a quien está dedicado el libro, y en ese adolescente de Santa Gertrudis de Fruitera, Ibiza, que leía a Federico García Lorca, a Aleixandre y al propio Emilio Prados, y que, por algún extraño motivo, ha tenido la oportunidad de poder ver sus versitos publicados con las máquinas que ellos mismos utilizaron para sus primeras obras.
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Ben Clark (Ibiza, 1984) es poeta y traductor. Ha publicado, entre otros, los poemarios Los hijos de los hijos de la ira (XXI Premio de Poesía Hiperión), Cabotaje (Delirio, 2008), Basura (Delirio, 2011), La Fiera (Sloper, 2014), por el que obtuvo el Premio El Ojo Crítico de RNE de Poesía 2014, Los últimos perros de Shackleton (Sloper, 2016), La policía celeste (Visor, 2018), por el que obtuvo el XXX Premio Loewe de Poesía, Armisticio (2008-2018) (Sloper, 2019) y ¿Y por qué no lo hacemos en el suelo? (Espasa, 2020). Es tutor de poesía de la Fundación Antonio Gala para Jóvenes Creadores de Córdoba y profesor de poesía en el Máster Virtual de Escritura Creativa de la Universidad de Salamanca.