
Laura Contrera. Fotografía archivo particular
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Laura Contrera (Badajoz, 1986) nos contaba durante una de las charlas de la Semana del Libro que la idea de crear la web «Mi vida entre libros» apareció una mañana mientras hacía tiempo en el coche antes de entrar al trabajo, y hubo un instante en el que fue consciente de cómo el silencio y una pila de libros, que en ese momento ocupaba el asiento del copiloto, eran su única compañía y con eso bastaba. Con esta imagen tan reveladora comenzamos esta entrevista.
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—¿En qué momento te llega la afición por la lectura y dónde encuentras las primeras complicidades con otros lectores?
La verdad es que no sé muy bien de dónde viene mi gusto por la lectura porque en mi familia, la más cercana, no hay muchos lectores y no recuerdo que en el colegio se fomentase de manera significativa, pero si echo la vista atrás me recuerdo siempre con un libro en las manos; me gusta pensar que mi pasión por los libros ya me venía de serie.
En cuento a la complicidad lectora, tengo amigas lectoras y mi hermana mayor también lee, pero donde encontré ese lugar soñado en el que hablar de libros fue en Instagram.
—Lucas, (10 años), tu hijo mayor, también recomienda sus lecturas favoritas en «Mi vida entre libros». ¿Algún consejo para despertar en los más pequeños el interés por la literatura?
Es una pregunta que me hacen constantemente y no tengo la fórmula exacta, ni creo que exista, pero sí tengo claro que el error más grande que se comete es convertir la lectura en una obligación o en un castigo, como también lo es elegirles siempre las lecturas, porque esto de leer, como todo, tiene sus ritmos y hay quien se enamora en el primer libro y quien necesita probar mucho. Con Lucas fue así: probó géneros y momentos y cuando los encontró se hizo la magia. Algo que sí recomiendo es leer todo lo que se pueda con ellos.
—Creaste la web y tus perfiles en redes sociales para hablar sobre libros porque «no tenías a casi nadie con quien compartir esta forma de vida, que es la lectura». ¿La soledad propicia que alguien se acerque a los libros, o por el contrario, es la soledad la que se acerca al que lee?
No tengo una respuesta clara para esto. Creo que se dan los dos casos porque hay quien lee para paliar la soledad, aunque no sea una soledad física, y también quien lo hace para estar solo, sobre todo en estos tiempos en los que todo va tan deprisa.

—¿Podemos crearnos «una habitación propia» solo con la lectura?
Sí, sin ninguna duda; porque es dentro de esa habitación donde todo es posible. En mi caso cuando abro un libro cierro todo lo demás, aunque siempre dejo la puerta entornada por si alguien me quiere acompañar.
—¿Crees que es cierto aquello de que los libros salvan vidas?
No me atrevo a asegurar algo tan tajante, pero sí que una vida con libros es más enriquecedora y más luminosa que una sin ellos.
—Hay cierta tendencia en los últimos tiempos a considerar que a la felicidad se llega cultivando el orden y condenando la acumulación. ¿Que haría que Mari Kondo se retractase de su consejo de tener un máximo de 30 libros en casa?
Estoy convencida de que Marie Kondo no cambiaría de idea aunque le contásemos una y otra vez los motivos por los que los bibliófilos no podemos vivir con un numero exacto de libros aunque la casa se nos venga abajo. Además, ¿existe acaso una cantidad idónea de libros para tener en casa?
Mari Kondo pasará de moda, pero los libros seguirán ahí. Y ahora es cuando confieso que tengo su libro en un lugar que a ella no le haría mucha gracia.
—Te pedimos una pequeña maldad: ¿qué libro no recomendarías nunca?
Me encanta esta pregunta, y te voy a decir dos pesos pesados de la literatura: Los pilares de la Tierra, de Ken Follet y Pedro Páramo, de Juan Rulfo. Para mí ambos están sobrevalorados.
—En tu trayectoria como prescriptora imaginamos que habrás recibido muchas sorpresas agradables, entre ellas encontrar gente que hace o consume libros muy cerca de ti. ¿Qué has encontrado en Badajoz?
Siempre me ha interesado leer sobre mi ciudad y a autores tanto de aquí como de Extremadura y, aunque ha sido más difícil de lo que esperaba, he leído libros escritos a pocos kilómetros de mí como Perdedores de Anabel Rodríguez, La cáscara amarga de Malén Álvarez o Madera de savia azul de José Luis Gil Soto. También fue toda una sorpresa descubrir a editoriales que hacen libros muy cerca como Aristas Martínez, Periférica, La Moderna o la Editora Regional de Extremadura, pero poder crear una comunidad lectora que incluyera a lectores de mi tierra ha sido lo mejor de todo.
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