.

Javier Benítez. Fotografía de Estrella García Zamora

.

—Tu perfil literario es curioso: profesionalmente has tenido que documentar (y leer) miles de artículos periodísticos durante tu jornada laboral mientras que, en tus horas de ocio, leías y trabajabas en manuales de juegos de rol y, tangencialmente, escribías poesía. Parece que en tu vida todo gira en torno al lenguaje escrito. Explícanos cómo se convive con esta polarización lectora.

Me formé como bibliotecario y siempre me gustó la idea de convertirme en alguien entregado a los libros y a la palabra. Los libros son mi vocación: cuidarlos, coleccionarlos, darlos a conocer, leerlos y escribirlos.
Por otra parte, desde siempre he tenido la necesidad creativa de contar historias. De pequeño creaba épicas para mis primos con figuritas coleccionables. En la adolescencia descubrí los juegos de rol de mesa y rápidamente me di cuenta de que eran el vehículo perfecto para contar mis propias historias.
La poesía llegó más tarde, junto a la música rock. Pero en poesía he preferido la reflexión, el recuerdo y el sentimiento a la narración. Aunque el acto de escribir poemas es ya de por sí una manera indirecta de narrarte a ti mismo y al mundo.

—Fuiste uno de los afortunados que tuvo como profesor a Ángel Campos. ¿Qué recuerdas de él como docente y dinamizador cultural, tanto dentro como fuera de las aulas?

Ángel Campos era un gran motivador, un profesor con experiencia y un maestro de la palabra. Rápidamente veía en tus textos cuáles eran tus puntos fuertes y qué caminos no debías transitar. Creyó en mí como poeta e hizo un gran esfuerzo por sacarme de la procrastinación a la que tiendo de manera natural. Mis libros de poesía están basados en sus lecciones y nunca habrían tenido lugar sin aquellos cursos de la Universidad Popular en los que todos teníamos la oportunidad de convertirnos en escritores.
Ángel Campos era un experto en el haiku, ese metro japonés minimalista y concentrado, y nos animaba a todos a practicarlo. Escribí una colección de “haikus simbolistas” y todavía me sorprendo a veces contando sílabas que encajen en la estructura del 5-7-5 sin rima. Actualmente sigo utilizando ese metro como base para poemas de mayor extensión.

—Has colaborado en fanzines como El Casco y Barrantes, donde la premisa era que Badajoz fuera, a la vez, escenario y personaje. Sin embargo, la literatura que devoras es fundamentalmente anglosajona y de género (sobre todo ciencia ficción): ¿cómo adecuaste tu discurso narrativo publicando relatos que, de entrada, no estaban en tus parámetros de escritura?

Para empezar, gracias a El Casco y Barrantes comprendí que Badajoz podía ser un escenario fantástico tan válido como cualquier otro. Había compañeros escritores en esos fanzines que ponían una mirada posmoderna, fantástica y underground sobre la ciudad y sus habitantes. Gracias a ellos me atreví a salir de un discurso literario clásico para probar territorios más contemporáneos. Algunos de estos relatos siguen gustando; eran inocentes a la vez que atrevidos y posiblemente ponían mi acento un tanto alienígena sobre asuntos del día a día local. Finalmente me lancé a publicar algún relato de ciencia ficción pura.
Aprendí mucho de esa manera nueva de mirar el entorno local. En las partidas de rol que dirijo en la actualidad, España es el escenario principal, concretamente un Madrid poblado por magos, vampiros, hombres lobo, hadas y otros seres sobrenaturales. Me gusta mezclar ambientes que he conocido en mi vida real con tramas de fantasía urbana. Los jugadores disfrutan mucho viendo cómo lugares que han visitado se abren a la imaginación y se convierten en los escenarios de sus aventuras. Todavía no me he atrevido a probar con Extremadura como escenario, pero hace ya un tiempo que el casco histórico de Cáceres me parece perfecto para una historia de grupos ocultistas enfrentados entre sí.

—Tu poesía es, al tiempo, un desnudo integral y una ocultación. Y sin embargo, el resultado nos muestra un mundo en absoluto intimista, sino otra cosa: un instante, una percepción o una reflexión que pertenecen más a una conciencia universal que a una anécdota personal. ¿Cómo logras distanciarte y seguir siendo tú?

Si tuviese que señalar el punto de nuestra tradición cultural donde conectan mis intereses literarios con mi afición por los mundos de la imaginación, este sería el movimiento romántico del siglo XIX. Los grandes poetas románticos como William Blake, Goethe, Wordsworth, Coleridge o Shelley habían bebido de la filosofía neoplatónica. Todos creían que había un mundo inteligible donde residían las ideas o formas platónicas, los bloques con los que se construye la realidad del mundo sensible. Este mundo sensible, con esa naturaleza desbordante a la que tanto amaban, era un hermoso reflejo del mundo perfecto de las ideas. Esta forma de pensar recuperada del mundo clásico caló hondo y fue continuada por otros poetas posteriores como Yeats o incluso por psicólogos como Jung. Los arquetipos de Jung tienen mucho en común con las formas platónicas, y su inconsciente colectivo, con el mundo inteligible.
Para responder a tu pregunta, creo que la identidad del poeta es intrascendente; somos vehículos más o menos conscientes de ese mundo inteligible o inconsciente colectivo. En ese sentido, comparto la idea de que todos los poetas somos un mismo poeta.  En poesía no hay que tomarse demasiado en serio al ego.

—Tus lecturas tienen un componente muy social, pues no solo lees saboreando tu privacidad, sino que has dirigido clubes de lectura y participas en tertulias literarias. ¿Hasta qué punto crees que compartir hallazgos y decepciones, propias y ajenas, complementan el placer lector?

Creo que los clubes de lectura y las tertulias literarias son necesarios para que la cultura escrita permanezca sana y no se ensimisme. Los lectores solemos buscar a otros lectores, pues aunque el acto de leer es solitario, la mayor parte de los amantes de los libros queremos compartir nuestros descubrimientos y la dicha que nos producen las palabras. Estas reuniones suelen estar también abiertas a otros medios de expresión artística y es un placer que un amigo conecte tus lecturas con una serie de televisión, una canción o incluso un videojuego. No soy nada apocalíptico, me parece natural que la cultura escrita se integre con otros medios en una suerte de hipertexto enriquecido.

.

—Los manuales de juegos de rol son, a ojos de un extraño, libros indescifrables de muchas páginas. Sin embargo, cuando uno los ojea, ve que no solo atienden a las reglas del juego, sino que contextualizan, literariamente, personajes y escenarios. Como consumidor y creador de este tipo de contenidos: ¿es una literatura funcional, o necesita, como la ciencia ficción, de un discurso narrativo pleno?

Hay juegos de rol que me parecen pequeñas joyas literarias por descubrir. Soy narrador de Mago: La Ascensión y he tenido la suerte de conocer en Internet a su autor, Phil “Satyros” Brucato. En este libro he encontrado una sátira muy aguda del mundo contemporáneo que a la vez que funciona como juego, manual de autoayuda, tratado filosófico y recetario mágico. Me parece un buen ejemplo de equilibrio entre sistema de juego, literatura y pensamiento.
Otro juego de rol con su propia mitología muy elaborada es RuneQuest: Aventuras en Glorantha. El creador de este juego, Greg Stafford, bebió de los grandes investigadores de las religiones comparadas creando un mundo fantástico de la edad de bronce con un nivel de complejidad digno de la Tierra Media de J.R.R. Tolkien.
Con todo esto quiero decir que ya hay juegos de rol con un discurso narrativo pleno. No obstante, los juegos de rol son una forma de narración comunitaria y a la hora de ponerlos en práctica dependen tanto de la habilidad del narrador como de la capacidad imaginativa de los jugadores. Una buena sinergia entre narrador y jugadores puede dar lugar a una historia que se recuerde de por vida como si de una gran novela se tratase.

—¿Cuáles son tus libros favoritos? ¿Y cuáles los que recomendarías a alguien que, de cualquier edad, quisiera iniciarse en la lectura?

En cuanto a poesía clásica, recomiendo a toda la generación del 27, especialmente al que considero el gran poeta romántico español, aunque viviese en el siglo XX, Luis Cernuda. También me gusta leer a poetas contemporáneos que conozco como mis amigos Faustino Lobato y Fran Ignacio Mendoza.
En narrativa, releo de vez en cuando El relato de Dorian Gray de Oscar Wilde, así como El lobo estepario de Hermann Hesse. Pero si hay un autor que a cada nueva lectura me fascina más es Borges, un auténtico sabio nacido en un siglo que no creía ya en los sabios.
Para mí han sido también fundamentales los ensayos de Patrick Harpur, un filólogo inglés que hace un análisis cultural muy original que abarca terrenos tan dispares como el mundo del misterio, la literatura universal, la filosofía y la teología.
En cuanto a literatura fantástica, mis favoritos son Crónicas marcianas de Ray Bradbury, Dune de Frank Herbert, El Señor de los Anillos de J.R.R. Tolkien, toda la saga del mundo de Terramar de Ursula K. Le Guin, las historias de ciencia ficción alucinada de Philip K. Dick y los cuentos terroríficos, fantásticos y decadentes de Arthur Machen y Clark Ashton Smith.
Para cerrar, y en el campo de los juegos de rol, aparte de los que ya he señalado también recomiendo Traveller, un clásico de la ciencia ficción espacial y aventurera.

—¿Qué alegrías culturales te da Badajoz y, como consumidor de cultura, qué echas de menos?

Me siento muy unido al equipo de Aristas Produce y los artistas con los que colaboran. He formado parte de algunas de sus iniciativas y han sido experiencias estupendas para todos. Nos ilusionó mucho llevar a cabo en 2017 una jornada de juegos de rol y de mesa, pero desgraciadamente la autoridad que la promovía se desentendió antes de que finalizase. Creo que sería muy interesante retomar aquel proyecto y convertirlo en un evento anual, pues podría ser un punto de reunión local para los interesados por el mundo lúdico. También son alegrías culturales las tertulias literarias de las que formo parte y algunos puntos de reunión de lectores muy activos como la librería Tusitala. Echo de menos más apoyo para quienes se quieren dedicar a las letras y a la cultura general.

.

https://fcojavierbenitezmorales.com/

.

Javier Benítez, aunque nacido en Sevilla en 1976, vive en Badajoz desde niño. Licenciado en Documentación por la Universidad de Extremadura, se ha formado como escritor en talleres literarios locales y nacionales.
Alumno del poeta Ángel Campos Pámpano, quien despertó en él la vocación de escribir poesía, ha escrito Haikus y tankas (2017) y Poemas que no esperaba (2019), ambos editados por Fundación CB e ilustrados por Dulce Escribano.
Ha colaborado con textos narrativos y poéticos en  fanzines badajocenses como El Casco, Odradek y Barrantes.
Es miembro de la Tertulia Literaria Página 72.
En la actualidad compagina la escritura con la promoción y creación de juegos de rol y analógicos.